Hacía mucho frío y por eso nos quedamos remoloneando. Llovía pero no como de costumbre; el agua caía espesa, plumífera, parecía que miles de pájaros en el cielo se estaban desnudando.
Desayunamos en la cama, distraídos, concentrados en nosotros, en nuestro cortejo matutino. Y afuera llovía, copioso, blanco: nevaba.
De pronto el paisaje mutó. Abandonamos los mimos y nos abrazamos frente a la ventana a ver el insólito manto que cubría todo. El otoño moribundo había sido destronado y por primera vez en casi un siglo había invierno es éste, el lugar donde vivimos.
Entonces nos dimos cuenta de que era nuestra primera nevada juntos y volvimos al amor para celebrarlo.
lunes, julio 09, 2007
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