El destello de la explosión es cegador. El sonido atraviesa el espacio desde atrás, hacia fuera. La velocidad es alta y todo está moviéndose del rojo al azul.
La acumulación de materia forma campos de gravedad y el impulso cambia, se convierte en órbitas de compases eternos. La presión es ahora quien domina y eleva la temperatura hasta la fusión. El rozamiento enfría los vapores de miles de reacciones químicas y la superficie sólida empieza a asomar. Cristales gigantes cobran vida mientras una nueva dinámica da origen al planeta. Manchas grises sobre fondo azul son el inicio de un nuevo orden. Y cualquier inmensidad es pequeña comparada con este gigante en órbita alrededor de un sol cualquiera, en una galaxia al azar.
Y por más diminuto que sea el guijarro lleva tatuado en su memoria los millones de eventos de los que fue parte hasta caber en la palma de una mano humana.
Y aun sin haberlo vivido sabe a lo que se atendrá hasta volver a ser, como en el inicio de los tiempo, un puñado de polvo atómico en el viento estelar.
SANDRA 21/5/2008
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