De caras lisas, suaves, por fuera. Por dentro definido, de estructura homogénea, constante.
De colores, transparente. Natural, sintético.
Valioso, caro, raro, único. Pequeño, gigante.
Cristalino, amorfo. Con clivaje, maclado.
Duro, frágil. Talco, diamante, extremos.
Refractor, brillo. Reflejo, centro, simetría.
Así es un CRISTAL.
Así soy YO. Te invito, deslumbrate…

viernes, agosto 29, 2008

VANO


Cuando se sentaba al piano no le hacían falta los anteojos. Sus dedos recorrían el teclado sin dudar. Nunca necesitó partituras porque no importaba la cantidad de veces que tocara una canción, no había dos que fueran iguales.
Ella apoyaba los vasos a medio llenar de licor de mandarina casero sobre la mesa ratona y se instalaba en el sillón grande para escucharlo. Canturreaba los tangos y boleros a medida que las manos de su amado los lanzaban al aire sólo para deleite de ambos, durante horas, como un ritual, cada domingo.
El piano era tan viejo como la casa y ocupaba la mitad del living. Era pesado. Tenía una pata trasera remendada con soga gruesa y los pisos de madera acompañaban cada melodía con crujidos secos.
Veinte años después de su muerte ella seguía sentándose al piano cada vez que lo limpiaba y trataba de sacarle algún sonido al instrumento dormido en la penumbra de su vida sin él. Pero sólo obtenía ecos de asfixia, de soledad, de música encerrada en un tonel.
Entonces la invadía la desesperación y volvía a buscar en el interior de cada libro de tapas raídas que él había dejado desparramados por la casa la carta que nunca pudo encontrar. Esa carta en la que él le dijera de su puño y letra, tan claro como el agua, que ella había sido el amor de su vida.
SANDRA 8/6/2008 DEDICADO A MIS PADRES

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