De caras lisas, suaves, por fuera. Por dentro definido, de estructura homogénea, constante.
De colores, transparente. Natural, sintético.
Valioso, caro, raro, único. Pequeño, gigante.
Cristalino, amorfo. Con clivaje, maclado.
Duro, frágil. Talco, diamante, extremos.
Refractor, brillo. Reflejo, centro, simetría.
Así es un CRISTAL.
Así soy YO. Te invito, deslumbrate…

jueves, marzo 18, 2010

ANSIEDAD




Las uñas me quedaron perfectas. Tres capas de esmalte y el color es oscuro, casi negro. Una ultima pasada de brillo y a esperar que seque.
Llueve. La casa huele fresca. Me asomo a la ventana y el murmullo del agua me relaja. Tengo hambre. La cena fue temprano. Me comería un chocolate.
Por suerte dejé de comprar el amargo que tanto me gusta. Pero hay alfajores en el mueble del comedor.
Voy a la cocina y caliento agua. Un té de menta será la solución. Pero no aguanto, necesito algo dulce.
Llueve con más fuerza. Mi boca está pidiendo algo rico. Se humedece.
La saliva llega al estómago y ahora lo siento en todo el cuerpo.
Reviso la alacena. Galletas de arroz con salvado: mi salvación. Tengo queso blanco y mermelada de arándanos sin azúcar. Cuatro es la porción perfecta.
El agua ya está caliente. Dejo el saquito en remojo un rato para que el sabor de la menta me satisfaga aún más.
Vuelvo a la cama y devoro el banquete mientras la lluvia no para y se secan mis uñas.
Recupero la calma. Todavía no tengo sueño. A medianoche dan la serie del asesino serial que veo los miércoles. Falta una hora. No encuentro nada en la tele que me atrape. Enciendo la computadora. Juego solitario. Otra vez llueve con fuerza.
Me acuerdo del chocolate amargo que no tengo para no tentarme. Y de los alfajores. No puedo. No debo. Si me dejo vencer nunca voy a bajar de peso. Vuelvo a la pantalla y muevo las cartas para ganar la partida. Gano. Hago zaping. Me aburro. La lluvia paró. Tengo calor. Otra vez las ganas de comer chocolate. Voy al baño y me lavo los dientes como ultimo recurso.
Vuelvo al control remoto y al solitario. Dejo que el tiempo avance, que mi mente se olvide de los caprichos de mi cuerpo.
Al fin las doce. La serie ya empieza. Me levanto sin poder contener mis movimientos, casi sin conciencia de lo que voy a hacer. Desaparezco unos segundos.
Y en el preciso instante en que la primera escena tiene lugar mis dedos acarician el papel dorado y lo despliegan, para que pueda dar el primer mordisco.
SANDRA 17/03/2010

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